El doctor Mario René Alvarado Lara se ha posicionado como una de las voces más influyentes en el campo de la rehabilitación cardíaca y el envejecimiento saludable en México. Médico especialista en Medicina de Rehabilitación con alta especialidad en Rehabilitación Cardíaca, coordina actualmente la División de Rehabilitación del Hospital General “Dr. Manuel Gea González”, donde lidera un equipo que trabaja todos los días para devolverle la funcionalidad, y con ella, la dignidad a cientos de pacientes.
Su mirada sobre el envejecimiento se ha formado tanto en la consulta diaria como en la investigación clínica. Y si algo ha aprendido con los años es que vivir más no siempre significa vivir mejor. “Durante décadas, la medicina se enfocó en prolongar la vida —comenta—, pero hoy la pregunta ha cambiado: ¿cómo llegar a esa vejez con autonomía, salud y bienestar?”. En esa pregunta radica el corazón de su trabajo. Literalmente.
150 min. de ejercicio moderado reduce la mortalidad, incluso en la vejez.
Desde su consultorio y las salas de terapia del hospital, Alvarado ha visto cómo la actividad física transforma la vida de los adultos mayores. No se trata solo de estadísticas o estudios clínicos (aunque los hay, y muchos): se trata de historias concretas de personas que, tras un infarto, un derrame cerebral o una operación compleja, logran volver a caminar, subir escaleras, abrazar a sus nietos.
“La actividad física —explica— es uno de los pilares más sólidos para prevenir enfermedades cardiovasculares, que siguen siendo la principal causa de muerte en el mundo”. Y no solo eso: también ayuda a controlar la hipertensión, la diabetes tipo 2, las dislipidemias y otros factores que deterioran la calidad de vida en la vejez.
Pero no todos los ejercicios son iguales ni adecuados para todas las personas. La experiencia clínica le ha enseñado que lo más importante es adaptar el movimiento a las capacidades funcionales y las condiciones médicas de cada paciente. En ese sentido, la caminata supervisada, la bicicleta estática o los ejercicios de movilidad articular pueden marcar una diferencia notable en la recuperación.
Para quienes tienen artrosis u otras limitaciones osteoarticulares, las actividades acuáticas son una alternativa segura y efectiva. “El punto clave —subraya— es que el ejercicio debe ser seguro, funcional y, sobre todo, sostenible. No se trata de hacer una rutina de moda, sino de crear un hábito que el paciente pueda mantener a largo plazo.”
Uno de los cambios más importantes en la medicina del ejercicio en los últimos años ha sido la reivindicación del entrenamiento de fuerza. Por décadas, se recomendaba casi exclusivamente el ejercicio aeróbico para cuidar el corazón. Hoy, sin embargo, se sabe que la resistencia muscular también tiene efectos directos en la salud cardiovascular. “El músculo es mucho más que fuerza: es un órgano metabólico —afirma—. Mejora la sensibilidad a la insulina, la densidad ósea, la composición corporal. Y lo más importante: reduce el riesgo de caídas, fracturas y pérdida de independencia, que son algunas de las principales amenazas en la vejez”. Así, incorporar pesas ligeras, bandas elásticas o ejercicios de resistencia adaptada no solo fortalece el cuerpo: protege el corazón y prolonga la autonomía. En personas mayores, estos beneficios se reflejan incluso en la salud cognitiva y emocional.
El envejecimiento saludable es integral: ejercicio, nutrición, sueño, salud emocional y acompañamiento social.
Por supuesto, no todo es tan simple como moverse más. En pacientes con hipertensión, diabetes, colesterol alto o antecedentes cardiovasculares, la actividad física requiere de un enfoque clínico preciso. “Prescribir ejercicio es como prescribir un medicamento —advierte—. Hay que medir la dosis, ajustar las intensidades, monitorear la respuesta del cuerpo.” Para ello, se apoyan en pruebas de esfuerzo, monitoreo de frecuencia cardíaca y presión arterial, y una educación constante del paciente para que aprenda a reconocer signos de alarma. “La seguridad —insiste— no debe verse como una barrera, sino como una condición para que el ejercicio sea sostenible.”
Además, recalca que incluso dosis modestas de actividad física pueden generar cambios significativos. Estudios internacionales muestran que entre 150 y 300 minutos semanales de ejercicio moderado bastan para reducir la mortalidad global. Y que los beneficios son aún mayores si se combinan ejercicios aeróbicos con entrenamiento de fuerza. “No hay edad límite para empezar —señala—. Siempre es mejor moverse algo que no moverse nada.”
A pesar de su énfasis en el ejercicio, el doctor Alvarado no lo ve como una solución mágica ni aislada. El envejecimiento saludable, insiste, requiere una visión integral: nutrición balanceada, sueño de calidad, manejo del estrés, chequeos médicos regulares y una red de apoyo emocional y social. “El corazón no solo bombea sangre: también responde a las emociones, al entorno, a la historia de vida de cada persona.”
Por eso, en su práctica cotidiana, el enfoque es interdisciplinario. Cardiólogos, rehabilitadores, psicólogos, nutriólogos y trabajadores sociales trabajan en conjunto para acompañar a los pacientes en ese proceso de recuperación y transformación. “He visto pacientes que llegan sin esperanza y que, con el tiempo, no solo mejoran clínicamente, sino que recuperan la alegría, la confianza, el deseo de vivir”, cuenta.
En el fondo, su apuesta por el ejercicio no se limita a lo fisiológico. A lo largo de su trayectoria, ha visto cómo la actividad física no solo mejora indicadores clínicos, sino que transforma el ánimo, la confianza y la vida cotidiana de las personas mayores. Para él, cada paso recuperado es una forma de preservar la funcionalidad, la independencia y el bienestar. Y en ese esfuerzo -sistemático, humano y científico-radica el verdadero poder del movimiento en el envejecimiento saludable.